1 de Mayo Anarquista CNT-AITPueden existir “algunas” diferencias, pero el resultado, a mi entender, sigue siendo casi idéntico y 136 años después de la revuelta de Haymarket en Estados Unidos, nuestro Estado y todos los Estados del mundo siguen “eliminando” obreros. La clase trabajadora continúa padeciendo las decisiones de la clase política, que solo beneficia a la banca y al empresariado, y es a la que le toca poner siempre los muertos como consecuencia del terrorismo patronal al que ahora se empeñan en llamar “accidente laboral”. Así es cómo disfrazan las miles de muertes que el capitalismo causa todos los años entre los explotados de la tierra.

Los enemigos de la clase obrera no están solos, tienen cómplices y nunca me cansaré de señalarles, precisamente por la función social que se supone que deben desempeñar en nuestra sociedad, mediando entre las personas y la realidad. Las “empresas” de comunicación también se mantienen fieles a sus dueños y aparentan informar cuando lo que realmente hacen es ‘intoxicar’ a la población, adormecer a la ciudadanía, ignorando las circunstancias que padecen miles y miles de trabajadores y trabajadoras en todo el planeta.

Casi 136 años después de aquella revuelta de mayo en Chicago, que logró levantar a miles de obreros por la jornada laboral de 8 horas y que terminó con 8 de ellos encarcelados, procesados injustamente y asesinados por el Estado, muchos ignoran que estos hombres (Augusto Spies, Miguel Schwab, Óscar W. Neebe, Adolfo Fisher, Luis Lingg, Jorge Engel, Samuel Fielden y Alberto R. Parsons) eran anarquistas y que no temblaron al ser condenados a muerte por ellas, inocentes y convencidos de estar haciendo lo correcto.

Algunos de ellos se ganaban la vida como tipógrafos e impresores, escribiendo o dirigiendo periódicos. Que tuvieran estas inquietudes y que fueran grandes oradores explica perfectamente el papel que jugó la prensa obrera en la difusión de las ideas anarquistas y socialistas de la época en la que tienen lugar estos acontecimientos. La prensa al servicio de la causa anarquista y a través de personajes como Spies, Fischer o Parsons, por ejemplo, contribuye sin duda a que muchos y muchas en esta profesión sintamos menos vergüenza cuando somos conscientes del trato que obtiene actualmente la lucha de clases en muchos medios de comunicación.

Cada 1º de Mayo muchas de nosotras salimos a la calle a celebrar el Día Internacional del Trabajador, pero realmente no es un día de fiesta a pesar de aparecer como festivo en los calendarios. Hoy, como hace 136 años y como siempre, la clase obrera continúa luchando por recuperar derechos y libertades que le han sido arrebatados. Las personas trabajadoras siguen, dos siglos después del asesinato de los mártires de Chicago, siendo la parte más dañada del engranaje de este cruel sistema que perpetúa las desigualdades entre las personas y contribuye a que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres sean cada vez más pobres.

En 1886 el Estado ahorcó a 8 obreros acusándoles de terroristas. Durante el juicio, lleno de irregularidades, no se pudieron probar muchas de las acusaciones que la policía, gobernantes, jueces y empresarios, en absoluta connivencia, achacaron a estos trabajadores. Hoy el Estado mantiene su persecución hacia quienes levantan su voz contra las injusticias. Las cárceles se nos llenan de activistas, sindicalistas, tuiteros, raperos y artistas mientras que en los sillones y despachos de instituciones, ayuntamientos y parlamentos cientos de corruptos se blindan gracias a las leyes que ellos mismos crean para una ciudadanía a la que no representan.

En 1886 el Estado ahorcaba a obreros. En 2022 el Estado ha encontrado otras formas de “matar” a quienes cuestionan los privilegios de los de siempre, a quienes no se conforman con lo “establecido”. Porque existen muchas formas de morir y si te callan o te apartan de la lucha también han acabado contigo. Por eso este 1º de Mayo las calles deberían desafiar a quienes continúan oprimiéndonos, a quienes nos quitan derechos y libertades, sin olvidarnos contra quienes vamos y conmemorando a toda la gente que se juega o se jugó la vida, perdiéndola o no, para que quienes llegáramos después tuviéramos las cosas un poquito más fáciles y sobre todo referencias importantes a las que agarrarnos para continuar.

“¡Adelante con valor! El conflicto ha comenzado. Un ejército de trabajadores asalariados esta desocupado. El capitalismo esconde sus garras de tigre detrás de las murallas del orden. Obreros, que vuestra consigna sea: ¡No al compromiso! ¡Cobardes a la retaguardia! ¡Hombres y mujeres al frente!”

Con estas palabras preparaba August Spies la huelga del Primero de Mayo en Chicago en las páginas del periódico Arbeiter Zeitung. Nada hacía suponer a Spies que aquella jornada iba a pasar a la historia del obrerismo por todo lo que conllevó. La reivindicación de las ocho horas de trabajo era el eje fundamental de aquella huelga en 1886.
Y es que la reivindicación por una disminución de la jornada de trabajo hundía sus raíces en los orígenes del movimiento obrero. Las largas jornadas a las que estaban sometidos los trabajadores ponía como primer punto de la agenda reivindicativa la disminución de la jornada, que en muchos casos alcanza las 12-14 horas diarias. Evidentemente sin ningún tipo de seguro social y con unas condiciones de vida de miseria.

Y curiosamente es EEUU uno de los primeros países en introducir leyes de reducción de la jornada laboral. En 1840 la administración de Martín van Buren reconoció la jornada de 10 horas para empleados del gobierno y constructores de navales. En 1842 Massachussets y Connecticut redujo la jornada infantil a 10 horas. Reino Unido, por su parte, en 1844 redujo el trabajo infantil a 7 horas y el de adultos a 10 horas. Y así se fueron sucediendo en distintos estados norteamericanos y en Europa. Siempre reformas parciales y en sectores concretos.
Eso hacía pensar que solo una fuerza organizada de los trabajadores podría llegar a conquistar mejoras en la clase obrera de más amplio. En 1864 se fundaba en Londres la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) y en 1866, en el congreso de Ginebra, se aprobaba que las secciones integrantes de la misma iban a buscar las ocho horas de trabajo. Ocho horas de trabajo, Ocho horas de descanso y Ocho horas de ocio. Ese fue el lema del movimiento obrero internacional.

El amplio poder de implantación que generó la AIT y los ecos revolucionarios que llegaban desde Europa, hizo que en 1868, el presidente norteamericano Andrew Johnson aprobara la Ley Ingersoll, por la cual se establecía la jornada de ocho horas de trabajo para los empleados federales.

A pesar de la desaparición de la AIT el movimiento obrero siguió reivindicando mejoras para la clase obrera. Numerosas huelgas se van sucediendo a lo largo y ancho del mundo, algunas de las cuales consiguen grandes avances para los trabajadores. Por ejemplo la huelga de ferrocarriles de Massachusetts de 1874 conquistaba las 10 horas de trabajo.
Pero los trabajadores integrantes del movimiento obrero norteamericano eran conscientes de que sin una organización que aglutinase a los trabajadores iba a ser muy difícil conquistar derechos generales y básicos para la clase obrera. Así nació en 1881 en Pittsburgh la Federación Norteamericana del Trabajo (AFL). En su IV Congreso en Chicago decidía la organización de una gran huelga general que reivindicara las ocho horas de trabajo, siguiendo la tradición fundada por la AIT. Reivindicación que contó también con el apoyo de otras organizaciones como los Caballeros del Trabajo o distintas federaciones y asociaciones obreras norteamericanas.

Se constituyó un Comité por las Ocho Horas de Trabajo, y fechó la huelga general para el Primero de Mayo de 1886. La huelga fue un completo éxito de convocatoria para el sindicalismo norteamericano. La situación de miseria que vivían los trabajadores era reconocida incluso por los propios gobiernas y el presidente Grover Cleveland dijo: “Las condiciones presentes de las relaciones entre el capital y el trabajo son, en verdad, muy poco satisfactorias , y esto en gran medida por las ávidas e inconsideradas exacciones de los empleadores”. La huelga fue un éxito de convocatoria y más de 5000 huelgas se fueron declarando. En muchos lugares se conquistaron esas ocho horas de trabajo (Chicago, Boston, Pittsburgh, Saint Louis, Washington, etc.) Muchas de ellas a nivel de fábrica o triunfos parciales.

Este poder del movimiento obrero, animado por los anarquistas principalmente, puso en alerta al empresariado norteamericano que no tardó en reaccionar. En las sucesivas manifestaciones tras el Primero de Mayo los patronos lanzaron contra los huelguistas a rompehuelgas y amarillos, sobre todo contra los obreros de la fábrica McCormik. Lo peor llegó cuando el 4 de mayo en Haymarket Square estallaron unas bombas con 15000 personas reunidas. El resultado fue 38 obreros muertos, 115 heridos, un policía muerto y setenta heridos. La prensa, a favor de los patronos, no dudó en apuntar desde el primer momento a la autoría anarquista. Las razzias contra anarquistas iniciadas por el comisario Michael Schaack no se hicieron esperar. Entre los detenidos y acusados de asesinato se encontraban los animadores más entusiastas del movimiento obrero. Todos anarquistas. Los nombres de August Spies, Michael Schwab, Óscar Neebe, Adolf Fischer, Louis Lingg, George Engel, Samuel Fielden o Albert Parsons pasaron a ser primera noticia. Todo el juicio que se montó contra ellos estuvo lleno de irregularidades. El juez Joseph E. Gary, confeso reaccionario, seleccionó al jurado entre personas de clara influencia antisocialista y antianarquista. No se permitió estar entre el jurado a obreros que pudieran tener simpatías por las ideologías obreras. La suerte de los acusados estaba echada de antemano. El 11 de noviembre de 1887 se ejecutaba la sentencia contra los condenados a muerte. Spies, Parsons, Fischer y Engel fueron ahorcados. Lingg se suicidó el día anterior. Y otros acusado penaron en las cárceles durante varios años. En la memoria quedan los discursos que los acusados dieron en tribunal. Su defensa de inocencia y la defensa de sus ideas. Fueron ejecutados por ser anarquistas y socialistas. Camino a patíbulo los acusados siguieron dando vivas a la anarquía y a la clase obrera. Cantaron La Marsellesa, entonces himno revolucionario por excelencia.

La inocencia de los acusados era manifiesta. Era el origen de la guerra sucia contra el movimiento obrero. Alguno de los instigadores de los sucesos de Chicago estaban vinculados a organizaciones como la Agencia de Detectives Pinkerton, que actuó como rompehuelgas y se infiltró en el movimiento obrero con el beneplácito de patronos y gobierno norteamericano.
Aun así para el movimiento obrero internacional la fecha del Primero de Mayo se convirtió en un día de conmemoración para recordar a los “Mártires de Chicago” y para reivindicar la jornada de ocho horas de trabajo. Las Segunda Internacional lo estableció con día internacional de lucha y el movimiento anarquista lo hizo una de las fechas de reivindicación obrerista y conmemoración junto al 18 de marzo (aniversario de la Comuna de París) y el 11 de noviembre (ejecución de los Mártires de Chicago).

Aun así a nivel internacional las diferencias de como actuar frente al Primero de Mayo distanció a socialistas de anarquistas. Mientras los primeros, cada vez más integrados en las instituciones, fue convirtiendo el Primero de Mayo en una jornada casi festiva, con manifestaciones de fuerza y entrega de reivindicaciones a las autoridades, los anarquistas los consideraban un día de lucha y la razón para convocatoria de huelga general que presionase a esas autoridades para aprobar la jornada de ocho horas de trabajo. Jornada de ocho horas que en España se consiguió tras una huelga general en la fábrica de La Canadiense en Barcelona y que negoció una delegación de la CNT con el Ministro de la Gobernación.
Hoy más que nunca conviene recordar los orígenes del Primero de Mayo y como los derechos que hoy se pierden costaron esfuerzo y vidas conseguirlo. Su ejemplo es nuestra mejor lección en la actualidad.

En las últimas décadas, el trabajo ha sufrido un proceso ininterrumpido de precarización. Y es sobre esa precarización de la clase trabajadora que la economía crece, se desarrolla la sociedad y unos cuantos se hacen muy muy ricos.

Para que esta deriva de precarización de las condiciones de trabajo haya sido posible, y no solo en lo estrictamente laboral, también en lo cultural y lo social, ha sido necesaria a su vez, una deriva en la conciencia de la clase trabajadora que ya no se cuestiona ni las instituciones del Estado, ni el modelo económico capitalista.

A este cambio han contribuido las organizaciones y partidos políticos de izquierda que, a lo largo de toda su historia, siempre han colaborado con el Estado y sus instituciones. Sus discursos en favor de que el Estado del bienestar, el crecimiento económico y el modelo productivo capitalista son el único escenario posible, han sido definitivos para borrar de la conciencia de los y las trabajadoras su histórica tradición de lucha en favor de destruir el Estado y cualquier institución basada en la acumulación de capitales y la explotación humana.
Se huye del conflicto social porque se considera que los intereses del obrero y del burgués son, en definitiva, los mismos: mantener el sistema productivo para poder disfrutar de las ventajas y los placeres de la sociedad de consumo. Sin embargo, cuando se trata de hacer sacrificios, es la clase obrera la que tiene que apretarse el cinturón y aceptar los recortes, los despidos y los ajustes que sean necesarios para que las empresas sigan siendo competitivas en el mercado. Los beneficios empresariales solo son posibles explotando y sometiendo a la clase trabajadora, y es por esa razón que la paz social es imposible y el conflicto se vuelve inevitable, como se pudo ver en las protestas que estallaron en el mes de noviembre del año pasado en el sector del metal de la provincia de Cádiz, donde la gente se echó a la calle harta de tener que someterse a condiciones de trabajo abusivas para poder llegar a fin de mes, o como está ocurriendo con el sector del transporte que no gana ni para cubrir costes, mientras los directivos de las industrias del hidrocarburo amasan sus fortunas. El capitalismo, tanto en lo económico como en lo social, es insostenible.

Desde CNT-AIT hacemos un llamamiento a toda la sociedad para que se organice y deje de soñar con las falsas promesas de bonanza que ofrece el sistema. Si realmente queremos alcanzar un modelo de sociedad basado en la igualdad económica y la justicia social, debemos acabar con el doble yugo al que nos somete el Estado y el Capital. Todas las personas pobres y desheredadas del mundo tenemos intereses y necesidades comunes y debemos buscar un modelo que nos permita organizarnos de abajo a arriba, sin líderes ni cabecillas abusones, alejándonos de las estructuras políticas, tal y como reclama el sindicalismo revolucionario.

Es necesario hacer memoria, recordemos como lucharon compañeras y compañeros años atrás y como las grandes conquistas de la clase trabajadora han sido alcanzadas históricamente mediante la organización y el compromiso con la justicia social. Dejemos los acomodos de creernos clase media y luchemos por salir de esta realidad que nos aliena.
Tomemos consciencia de que solamente desde el pensamiento y la acción colectiva, antiautoritaria y de clase, podremos cambiar radicalmente nuestra realidad. Por todo ello, este 1o de Mayo hacemos un llamamiento a la clase trabajadora para que salga de ese confinamiento ideológico y cultural en el que se encuentra sumida y tome consciencia de que los derechos se conquistan luchando.

1 de Ma

 

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