No hay Estado que durante su trayectoria no haya manchado su historia con la brutalidad de la guerra. Los conflictos bélicos, llevados a cabo entre potencias por intereses económicos, no han traído nunca nada más que miseria y muerte entre pueblos, mientras que los grandes poderosos jamás mueren ni morirán en el campo de batalla. Siempre ha funcionado de esa manera, mandar a las peones a defender una patria y unos intereses que nunca beneficiarán a nadie más que a los ricos. Aquí dejamos estas clásicas y sabias palabras para centrarnos en el tema actual.

Hoy seguimos viendo la barbarie, de una manera mucho más compleja que nunca, con más tecnología militar y armamentística. Otra vez más, la ciencia en vez de facilitar la vida a la población, se está utilizando para defender intereses de los estados y sus clases altas. De esta manera, la guerra, ayudada de los grandes avances tecnológicos se ha convertido en uno de los mayores negocios de los dirigentes. Así, el día de hoy en un mundo semi-globalizado y de grandes ejércitos nos encontramos con los mayores éxodos y genocidios de la historia.

Nos escandalizamos al ver por la televisión las mareas de refugiados, las imágenes del campo de batalla, etc. pero olvidamos que todo eso empieza aquí, en nuestros gobiernos y sus empresas. No sólo son los soldados los que toman parte en el conflicto armado y obligan a la población a abandonar sus casas por el fuego de los morteros, la guerra empieza en las fábricas de nuestras ciudades y pueblos, porque está claro que sin la venta de armamento no se podrían llevar a cabo las guerras.

 Donde algunos vemos tristeza y muerte otros ven negocio, y desgraciadamente mientras haya mercado ahí fuera esto no parará. El armamento se lleva de aquí a los países compradores.

España es el cuarto país/empresa que más armas exporta a todo el mundo, un pequeño espacio del globo donde se suministra una gran cantidad de buques de guerra, drones, granadas de mortero, cañones etc. a cualquiera que enseñe sus billetes. Mientras que la televisión nos entretiene con series de narcos, asesinatos y traficantes para intentar brutalizarnos, no nos damos cuenta de que en los despachos de las grandes empresas españolas y en la clase política tenemos el mejor material para una serie que os aseguramos que sería muy difícil de ver.

Muchísimas empresas de nuestro país tienen contacto directo con la producción de armamento bélico y otras se dedican exclusivamente a ello. Así funciona, se crean los conflictos y luego se les vende el armamento. Estas corporaciones se componen como siempre, de empresarios sin escrúpulos dispuestos a beneficiarse de la muerte y por otro lado, de trabajadores dispuestos a producir riqueza para los jefes o accionistas y muerte para otros habitantes de “países desafortunados”. Nada extraño en el comportamiento de los trabajadores ya que desde niños han conocido la cultura del trabajo y han aprendido a llenar su nevera sin mirar al de al lado y los problemas que pueda generarle. Sin ningún tipo de remordimiento seguirán comprando “action mans” a sus hijos y llevando la desgracia a hijos de otros.

Detrás de todo esto están como siempre bancos como el BBVA, Santander, BBK, empresas como Nantia, Sener, Espal e incluso educación, que por ejemplo en las escuelas de ingeniería también se aprende a diseñar armas y a la hora de mandar de prácticas a los estudiantes de formación profesional no les importa a que se dedica dicha empresa donde los mandan. Nos gobiernan verdaderos psicópatas, mientras que nos hablan de paz y democracia desde sus poltronas, son los mayores criminales.

 Por ejemplo, en el caso del País Vasco, los dirigentes de su gobierno autonómico, el PNV (Partido Nacionalista Vasco) invierte de manera indirecta y disimulada grandes sumas de dinero en el negocio militar, después, a nivel personal, convirtiéndose en gerentes y accionistas de dichas empresas. Este oscuro negocio fue una de las razones por la que los grandes barcos cargados de armamento, abandonaban todas las semanas el puerto de Bilbao con dirección a Arabia Saudí. Tras muchas protestas y acciones consiguieron paralizar la salida de armamento de las costas vascas, pero poco después empezaron a hacer lo mismo en el puerto de Santander, la lucha en el puerto cántabro continua. También se han llevado a cabo acciones en contra de factorías.

De la misma manera que a nosotros los medios de comunicación nos bombardean con el constante mensaje de que esas lejanas personas que viven en guerra son seres sin sentimientos, terroristas y carecen de corazón, a ellos, nuestros aviones les bombardean con munición real creada por nuestros vecinos llenos de sentimientos y corazón. Pero no nos equivoquemos, en este mundo todos sentimos, nos ilusionamos, lloramos, nos enamoramos, luchamos… Todos somos iguales y nadie debe morir por los intereses del capital.

¡No lo podemos permitir! ¡No dejemos que se produzcan armas! Todos sabemos que sólo el pueblo trabajador es capaz de llevar a cabo la producción y solo ellos lo pueden parar, porque los jefes no producen nada y en este caso aparte de quedarse con los beneficios dejan miles de cadáveres a sus espaldas. Parece imposible, pero como todo, está en nuestras manos.

Queremos dejar claro que no entendemos ser simplemente pro-refugiados, somos antiguerras es decir anticapitalistas. Hay que buscar el origen de los problemas para atacarlo y lograr la solución. El problema es el capitalismo como siempre, este avanzado capitalismo a nivel salvaje, devastador de todo medio, acompañado del nacionalismo, un invento creado muchos años atrás para acabar con la solidaridad entre pueblos e incitar a la población al odio e ir a la guerra por intereses de los que se enriquecen.

Así seguirá funcionando el sistema mientras que no trabajemos para ayudar a nuestros compañeros y hoy como siempre es necesaria la solidaridad y la concienciación. ¡Organicémonos y dejemos de ser cómplices de las guerras y sus asesinatos! Hoy mueren en otro sitio, mañana podemos ser nosotros. Nos están matando con una sonrisa. ¡Luchemos!

 

El ciclo económico militar responde al punto de vista económico de la economía de defensa, también llamado “ciclo armamentista”. En cualquier caso, ambos nombres se refieren al ciclo que describe la ruta de la producción de armas desde la decisión de invertir presupuesto público militar para cubrir la supuesta necesidad de armas y su uso final.

El principio real del ciclo comienza en los argumentos y discursos que legitiman la necesidad de armas y de los ejércitos, los que dependen de la identificación de las amenazas a la seguridad de un país y la defensa de justificar altos niveles de militarización y armamento. De este modo, las doctrinas de seguridad desarrolladas por los gobiernos –directamente influenciadas por los informes de defensa, seguridad, conflictos y centros de paz; popularmente conocidos como think tanks establecen un cierto nivel de armamento y desarrollo militar de una determinada sociedad.

Además del motivo de la influencia permanente de los grupos de presión en las políticas de un país, la necesidad de mantener las fuerzas armadas depende de la cultura de defensa, la educación militarizada, la historia y la tradición armamentística-militar, y la tolerancia de las armas en la sociedad. También tenemos que considerar el rol de la sociedad civil y el hecho de que los movimientos sociales pueden determinar los niveles de armamento y militarismo.

El supuesto de necesitar mantener las fuerzas armadas abre el camino a decisiones políticas estrictamente relacionadas con el ciclo económico militar o armamentista, así como decisiones en los presupuestos militares que vienen determinadas por discursos, doctrinas y otros puntos de vista militares sobre las necesidades de defensa de un país. El gasto militar incluye investigación y desarrollo (I+D militar) de las nuevas armas y su producción en la industria de defensa, que está financiada en parte por el presupuesto público. Por lo tanto, cuando se trata de gasto militar, I+D militar e industria militar, tenemos que prestar atención no sólo a los presupuestos de los estados, sino también a los presupuestos de otros ministerios como el de industria. En conjunto, estos financian todo el negocio del ciclo económico-militar. Otros elementos que forman parte de este ciclo son el comercio de armas y las entidades financieras que financian todo el ciclo económico-militar, teniendo un rol destacable los accionistas de empresas de armamento y los bancos que financian las exportaciones de armas y la producción militar en general.

 Por otra parte, el término “complejo militar-industrial” procede del discurso de despedida del presidente Eisenhower en 1961, quién lo utilizó para referirse a los lobbystas con mayor influencia en la Casa Blanca. El llamado complejo militar-industrial está formado por un conjunto de personas y de organizaciones empresariales y políticas, entre ellos, oficiales militares de alto rango de los departamentos y/o ministerios de defensa, que tienen el deseo de influir en las decisiones sobre la política militar, incluyendo la compra de armamento.

Una serie de empresas, así como gran cantidad de individuos, incluyendo políticos y personal de los departamentos gubernamentales relacionados con las empresas militares, están involucrados en el llamado complejo militar-industrial, que puede influir desde la industria de defensa a los departamentos de Interior y comercio exterior. En el ámbito de la Administración, pueden formar parte del complejo militar-industrial los altos mandos de las Fuerzas Armadas, quienes disfrutan de estrechas relaciones con la industria armamentística. Estos ejercen influencia y presión en relación al incremento de arsenales, número de armas y el equipamiento militar. Tienen, por tanto, la habilidad para incidir en la política nacional e internacional de un país determinado. Cuando se da el caso en que un miembro de las Fuerzas Armadas o un ejecutivo de la industria militar accede a responsabilidades políticas o viceversa (incluso algunas veces puede ser la misma persona), se da lo que ha sido denominado como el fenómeno de las puertas giratorias en el sector de defensa.

El ciclo económico-militar puede generar dinámicas políticas y económicas que pongan a un país y a su economía en una situación ideal para quien obtiene beneficios de este ciclo, en el que la economía de defensa se convierte en una economía de guerra permanente. Es importante analizar y entender el ciclo económico como tal: gasto militar, industria de armas, exportaciones y financiación de armas. Las compañías y los individuos que forman parte activa del ciclo económico-militar componen el complejo militar-industrial, el cual se beneficia principalmente de las guerras.

En definitiva, el negocio de la guerra se explica con el ciclo de economía militar que se basa –como muchos sectores de la economía– en la lógica neoliberal, el mercado libre, la privatización y la reducción de las regulaciones. Esto causa actitudes estrictamente relacionadas con el enriquecimiento personal y la maximización del beneficio económico de la industria de defensa, formando el llamado militarismo neoliberal. Además, el negocio de la guerra va más allá de las armas y del sector de defensa. La guerra necesita muchos recursos, no sólo armas y ejércitos, también logística, transporte, alimentos, limpieza, servicios de interpretación y seguridad privada. También existen guerras de codicia, las cuales no sólo se basan en el poder sino también en los recursos: petróleo, coltán, diamantes y cualquier material que se pueda comprar y vender en el mercado. Los beneficios económicos son parte de la guerra y las guerras se producen para extraer beneficios.

 Presionados por los lobbies armamentísticos, los gobiernos de todo el mundo no han parado de invertir en esta industria desde 1945. Hoy en día se gasta más en Defensa que durante los años más tensos de la Guerra Fría.

No deberíamos haber adquirido sistemas [de armas] que no vamos a usar, para escenarios de confrontación que no existen y con un dinero que no teníamos entonces ni ahora”. Tan categórica sentencia fue pronunciada en octubre de 2010 por el entonces secretario de Estado de Defensa, Constantino Mendez en su comparecencia ante el Congreso de los Diputados. Y es que a pesar de la crisis que asola a Occidente, los gastos militares han tenido un crecimiento vertiginoso en los últimos 70 años. Presionados por los lobbies armamentísticos, los gobiernos de todo el mundo no han parado de invertir en esta industria desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

La situación es todavía más exagerada en Estados Unidos, donde el Gobierno invierte más del 4% del PIB en comprar armas. El Triángulo de Hierro formado por el Pentágono, los contratistas militares y los mediadores –personas influyentes en las diferentes administraciones- aportan a las grandes multinacionales armamentísticas miles de millones de dólares. Por ejemplo, en 2008 la compañía Lockheed Martin, el contratista militar más grande del mundo, recibió del Gobierno de George W. Bush más de 36.000 millones de dólares, convirtiéndose así en la compañía que más dinero cobraba por contratos con el país norteamericano.

 Los gastos militares han crecido sin control desde 1945, a pesar de que con la Caída del Muro de Berlín se ponía fin a la Guerra Fría y con ella al enfrentamiento político, ideológico y económico que mantuvo en vilo a todo el mundo durante más de cuatro décadas. Antes de la Segunda Guerra Mundial estos gastos en todo el mundo se estimaron en 48.000 millones de dólares, en 1972 alcanzaron los 240.000 millones y en 1990 llegaron a los 1,4 billones de dólares.

 Tras la Guerra Fría, el gasto militar descendió y alcanzó su mínimo a mediados de los 90, pero repuntó de nuevo tras el atentado del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. En 2006, se superó el tope que había marcado el conflicto entre los países capitalistas y los comunistas. Actualmente, -y a pesar de la leve caida mundial en 2012 por primera vez en más de una década- el gasto militar mundial alcanzó los 1,75 billones de dólares, según las cifras del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI por sus siglas en inglés).

Esta leve caída del 0,5% se debe a los profundos recortes que han adoptado en Estados Unidos y la Unión Europea en respuesta a la crisis económica. Sin embargo, China y Rusia multiplicaron su inversión en armamento. De hecho, el gigante asiático gastó un 7,8% más en armas durante 2012, lo que supone un aumento del 175% en la última década.

Algo parecido ocurrió en Rusia, donde la inversión aumentó en más del 15% desde 2012, aunque todavía muy lejos de China. Aun así, Estados Unidos sigue siendo el mayor inversor en armamento militar, con un presupuesto cinco veces superior al de China. Según los datos de 2012, la superpotencia norteamericana gastó más de 668.000 millones de dólares en armamento, mientras que China superó por poco los 150.000 millones. En conclusión, Estados Unidos sigue gastando más en armamento militar que los 15 países que le siguen en la lista. Esta cifra se ha incrementado en un 250% desde el 11 de septiembre de 2001.

 El gasto en Europa.

Tras varios años de crisis económica y financiera en Europa, hay un tema en Bruselas que se insiste en ignorar: el papel del gasto militar entre los factores que han causado y perpetúan la crisis económica. Mientras el gasto en infraestructura social se recorta, el gasto en sistemas armamentísticos apenas se ha visto reducido. Mientras las pensiones y los salarios se reducen, la industria armamentística sigue beneficiándose de nuevos pedidos y de deudas pendientes. Lo sorprendente en tiempos de austeridad es que el gasto militar de la UE en 2010 ascendiera a 194.000 millones de euros, el equivalente a los déficits anuales combinados de Grecia, Italia y España. Estos datos, recogidos en el estudio “Armas, deuda y corrupción” publicado en abril de este año, reconocen también el gran poder que tienen los lobbies armamentísticos en la Unión Europea.

Además, este estudio pone al descubierto que los elevados niveles de gasto militar en países que actualmente se encuentran en el epicentro de la crisis del euro jugaron un papel importante como factor causante de sus crisis de deuda. Grecia ha sido el país europeo que más ha gastado en términos relativos en el ámbito militar en los últimos 40 años, gastando el doble de porcentaje de su PIB en Defensa que la media europea. El gasto militar español aumentó un 29%, debido a grandes compras de armas, y ahora se enfrenta a tremendos problemas para pagar las deudas por sus programas militares innecesarios.

Asimismo, aunque el gasto militar disminuyó a consecuencia de la crisis, no ha sido en la compra de armas, sino en reducción de personal y rebajas en las pensiones y los salarios. De hecho, el presupuesto para la compra de armas en la Unión Europea pasó de 38.800 millones de euros en 2006 a 42.900 millones de euros en 2010 –más de un 10% de incremento-, mientras que los cortes de personal descendieron de 11.000 millones de euros a 98.700 millones en el mismo periodo.

A su vez, mientras que Alemania y Francia han obligado a los países más endeudados a afrontar durísimos recortes en políticas sociales para salir de la crisis, han hecho mucho menos hincapié en recortar en gasto militar. Incluso a veces han presionado para mantenerlo o incluso aumentarlo. Efectivamente, un asistente del ex primer ministro griego Yorgos Papandréu, después del rescate bancario por parte de Europa decía lo siguiente: “Nadie nos está diciendo ‘compren nuestros buques de guerra o no vamos a rescatarlos’. Pero se desprende claramente que serán más solícitos si lo hacemos”.

En conclusión, el elevado y continuado gasto militar ha generado un auge de los beneficios de las empresas armamentísticas y un impulso aún mayor a la exportación de armas. Las cien mayores empresas del sector vendieron armas por valor de 318.000 millones de euros en 2011, un 51% más en términos reales que en 2002. A nivel mundial, el importe de las ventas a estas cien empresas fue de 465.770 millones de dólares en 2011, frente a los 411.000 millones de 2010, lo que representa un aumento del 14%. Desde 2002, las ventas de estas cien empresas han aumentado un 60% a nivel mundial, confirmando lo lejos que está este sector de sufrir los impactos de la crisis financiera. Es más, los propios presidentes europeos han promocionado en los países árabes la venta de unas armas que después han servido a estos gobiernos corruptos y dictatoriales en muchos casos para reprimir a sus ciudadanos.

Este es el caso de España, que el pasado año defendía en voz de su ministra de Defensa, la venta de tanques Leopard 2 a Arabia Saudí. “No voy a entrar a analizar el régimen político de Arabia Saudí.

 Por otro lado, el antuguo ministro de defensa, Morenes, dijo en su día: España apoya a sus empresas”, decía en aquel entonces el ministro que, casualmente, hasta el momento de su nombramiento al frente de Defensa dirigía dos empresas proveedoras de armamento y seguridad a las fuerzas armadas. Se trataba de la filial española de la multinacional MBDA, encargada de fabricar misiles, y de Segur Ibérica, que presta servicios de seguridad privada. Asimismo, este ministro de Defensa fue consejero y representante de la empresa Instalaza S.A., fabricante hasta 2008 de bombas de racimo y que fueron utilizadas en Libia contra la población civil, según desveló el diario The New York Times.

Aun así, según los datos de junio de este mismo año, España es uno de los países de la Unión Europea que menos gasta en armamento. “Somos, con Luxemburgo, los que menos gastamos en Defensa”, aseguraba Margarita Robles en una entrevista en El Mundo el pasado 1 de junio. Según el ministro, España gasta el 0,6% de su PIB, es decir, unos 6.000 millones de euros. Sin embargo, el informe de Hacienda sobre ejecución presupuestaria evidencia que Defensa dispuso el pasado año de algo más de 9.000 millones de euros, un 50% más de lo previsto inicialmente. Eso equivale al 0,9% del PIB, que probablemente llegue al 1% cuando se incluyan las pensiones militares.

No es mucho, ya que sigue dejando a España a la cola, pero es el doble que Luxemburgo y seis veces más de lo que se destina al ministerio de Asuntos Exteriores o al de Justicia. Aun así, el verdadero problema de nuestro país es la gran deuda contraída con las empresas armamentísticas por el material comprado años atrás. Este mismo año se han aprobado 1.8000 millones de euros mediante un crédito especial para pagar deudas pendientes de los grandes programas de armamento. Hoy muchos de esos vehículos y buques de guerra no pueden ser siquiera mantenidos.

 Los bancos, también invierten

No solo los gobiernos invierten en el sector armamentístico, sino que las entidades financieras también han encontrado en la compra-venta de armas un sector perfecto para hacer negocio. Según el informe La Banca es la Bomba, de 2007 a 2012 los bancos españoles invirtieron 1.372 millones de euros en el sector armamentístico español. Bankia abandera esa inversión con más de 300 millones.

Ninguna entidad se salva, prácticamente todas tienen algún tipo de relación con empresas militares. «En este informe aparecen implicadas 42 entidades financieras, entre las que se encuentran los grandes bancos (españoles y extranjeros), bancos de tamaño reducido o mediano, cajas de ahorros ahora convertidas en bancos, algunos grupos de cooperativas de crédito, empresas de seguros e intermediarias financieras», según se explica en el estudio.

 Fabricar armas es un negocio legal y lucrativo en el mundo en guerra que conocemos actualmente. Los principales conflictos abiertos en las áreas de África, Oriente Medio y Asia requieren de un abastecimiento continuo de armamento añadiéndole a estos conflictos las situaciones donde predominan las actividades de los señores de la guerra o las guerrillas que operan en África o Latinoamérica.

Entrando en la perspectiva nacional, España accedió de una forma más notoria al negocio de la guerra tras la situación económica marcada por la crisis. Según estudios del Centre Delàs d’Estudis per la Pau, entidades bancarias, aseguradores y empresas de inversión de marca española han dedicado entre 2011 y 2015 alrededor de 6000 millones de euros en la financiación del sector de las armas. Lo cierto que se puede sacar de este hecho es que España apoya su crecimiento en su espíritu exportador, incluso si este debe de recurrir a la exportación de las armas. Asimismo, la práctica española no es un hecho aislado, el estudio del Centre Delás también señala a lo largo de sus estudios las inversiones de entidades internacionales que se producen por empresas como Airbus y Boeing (sector aeronáutico con finalidades militares), Maxam (sector armamentístico especializado en explosivos), Navantia (sector naval con finalidades militares) o General Dynamics (propietaria de la empresa española Santa Bárbara Sistemas, especializada en la producción de tanques) dentro de los escenarios de conflicto militar. La empresa española Maxam, una de las mayores de Europa en la fabricación de explosivos de Europa y la segunda del mundo asegura que solo el 20% de su negocio es militar. Maxam es un importante cliente de las inversiones de BBVA, Santanter o Bankia.

Fabricar armas es un negocio legal y lucrativo en el mundo en guerra que conocemos actualmente. Los principales conflictos abiertos en las áreas de África, Oriente Medio y Asia requieren de un abastecimiento continuo de armamento añadiéndole a estos conflictos las situaciones donde predominan las actividades de los señores de la guerra o las guerrillas que operan en África o Latinoamérica.

Entrando en la perspectiva nacional, España accedió de una forma más notoria al negocio de la guerra tras la situación económica marcada por la crisis. Según estudios del Centre Delàs d’Estudis per la Pau, entidades bancarias, aseguradores y empresas de inversión de marca española han dedicado entre 2011 y 2015 alrededor de 6000 millones de euros en la financiación del sector de las armas. Lo cierto que se puede sacar de este hecho es que España apoya su crecimiento en su espíritu exportador, incluso si este debe de recurrir a la exportación de las armas. Asimismo, la práctica española no es un hecho aislado, el estudio del Centre Delás también señala a lo largo de sus estudios las inversiones de entidades internacionales que se producen por empresas como Airbus y Boeing (sector aeronáutico con finalidades militares), Maxam (sector armamentístico especializado en explosivos), Navantia (sector naval con finalidades militares) o General Dynamics (propietaria de la empresa española Santa Bárbara Sistemas, especializada en la producción de tanques) dentro de los escenarios de conflicto militar. La empresa española Maxam, una de las mayores de Europa en la fabricación de explosivos de Europa y la segunda del mundo asegura que solo el 20% de su negocio es militar. Maxam es un importante cliente de las inversiones de BBVA, Santanter o Bankia.

Dentro del sector armamentístico, el negocio de las armas en España está tildado por eufemismos políticamente correctos. Este es el caso del Gobierno el cual no concede licencias para la exportación de armas, sino de material de defensa. Asimismo, para el Gobierno el concepto de estar en guerra no es tan claro como podría parecer, puesto que sigue autorizando ventas a Arabia Saudí, que lidera una coalición de países árabes que protagonizan numerosos conflictos armados.

Cabe resaltar que las empresas dedicadas a los servicios militares y los servicios de seguridad privada resuelven problemas de enorme gravedad en las zonas de conflicto, como los relacionados con la protección o la escolta de personas. Sin embargo, su actividad también implica riesgos como la pérdida de control de la fuerza por parte del Estado en el que se encuentra la zona en conflicto o el inapropiado uso y contraventa de las armas. La privatización de la seguridad en zonas de conflicto mueve alrededor de 170.000 millones de euros anuales en todo el mundo, este nicho de mercado es una opción rentable en el que predomina la iniciativa privada. El mercado de la seguridad actualmente tiene un ritmo del 6% anual hasta 2020.

Negocios en zona de conflicto

 Lo que actualmente llama la atención que en la actualidad exista un mercado transnacional relacionado con la fuerza, capaz incluso de influir en procesos políticos y sociales. Tras su surgimiento con el final de la Guerra Fría y su consolidación definitiva con las invasiones de Irak y Afganistán, las empresas militares y de seguridad privada se han convertido en actores representativos en los escenarios de conflictos del siglo XXI.

Las empresas militares y de seguridad privada son empresas con afán de lucro, cuentan con sedes donde se establecen de manera legal y actúan como cualquier negocio ofreciendo servicios a numerosos y variados clientes. Estas empresas proporcionan combatientes, técnicos, instructores o asesores a los Gobiernos, instituciones, empresas u otros actores no estatales presentes en los conflictos.

En un mundo globalizado con una presente disminución del papel de los Estados debido a la exaltación de una hambrienta globalización unida a la expansión del capitalismo y la aparición de grandes compañías que operan a escala mundial, el campo de la seguridad se ha convertido en una forma más de negocio en la que el bien o servicio en oferta es el uso de la fuerza.

Estados Unidos y Reino Unido lideran el mercado de las empresas militares y de seguridad privada, además de alojar en sus territorios las sedes de las más importantes como Academi (antes Blackwater) en Estados Unidos y Aegis Defense Service o G4S en Reino Unido.

Las razones por las que los Estados de los países desarrollados ofrecen este tipo de servicios redundan en las características del sistema capitalista y la economía de libre mercado: el empleo de las empresas militares y de seguridad privada suponen un menor coste que acceder a la seguridad estatal, cuentan con un nivel mayor de especialización y de tecnología avanzada y proporcionan un mayor número de efectivos para todos los servicios relacionados con la seguridad y la escolta o protección en zonas de conflicto.

¿El contrato es la nueva ley en los conflictos armados?

La falta de transparencia es una de las características más importantes de las empresas militares y de seguridad privada, así como la dificultad de obtener datos acerca de esta industria armamentística. Pese a todo ello, la existencia de una oferta tan variada justifica la existencia de una acuciante demanda de estos servicios privados.

La existencia de este tipo de empresas provoca que los Estados pierdan parte de sus mecanismos tradicionales de control (leyes) al regirse gran parte de la actividad militar por contratos. Se produce, por tanto, una representativa alteración de los procesos políticos en tanto que la privatización de la seguridad afecta a la gobernanza y debilita la soberanía del Estado a favor de las empresas. Asimismo, en aquellos Estados políticamente débiles o fallidos, el Estado compite con agentes de naturaleza privada que monopolizan las cuestiones relacionadas con la fuerza lo que dificulta el desarrollo de instituciones estatales relacionadas con dichas cuestiones.

Por otro lado, la contratación de servicios militares y de seguridad por parte de una empresa multinacional puede provocar una situación de superioridad militar y generar situaciones en las que el Estado carezca de los medios necesarios para ejercer algún tipo de control en las zonas de conflicto. Esto ocurre actualmente en zonas y rutas relacionadas con recursos naturales donde las empresas multinacionales que explotan estos recursos contratarán servicios proporcionados por las empresas militares y de seguridad privada para proteger tanto la zona de explotación como las rutas de transporte.

No debemos olvidar que las empresas militares y de seguridad privada son corporaciones cuyo compromiso es el cumplimiento del contrato y su objetivo final, la obtención de un beneficio determinado. Por eso, hay que tener en cuenta que los compromisos del Estado con respecto a su ciudadanía no tienen por qué coincidir con los intereses finales de la empresa. Como grupos armados no estatales, las empresas militares y de seguridad privada pueden considerarse un riesgo para la estabilidad y la paz en los Estados puesto que, a diferencia de los ejércitos, pueden hacer uso de la violencia para la consecución de su objetivo y sentirse legitimadas por trabajar fuera de los mecanismos gubernamentales.

A pesar de todo esto, los Estados son libres de contratar empresas militares y de seguridad privada en conflictos puesto que no existe ley que lo prohíba. El gran desafío desde las relaciones internacionales actuales es la presente debilidad del marco jurídico en el que se encuentran las empresas militares y de seguridad privada lo cual facilita principalmente la impunidad de los contratistas.

La clave de los intentos de control a estas empresas reside en los mecanismos reguladores como el documento de Montreux, firmado por más de 50 Estados y tres organizaciones internacionales (Unión Europea, Organización del Tratado del Atlántico Norte y Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) aunque este documento no sea vinculante para los Estados y las empresas firmantes.

Por último, con un marco legislativo insuficiente a nivel internacional, limitaciones difusas en la ejecución de tareas e implicaciones controvertidas en los conflictos, las contratar empresas militares y de seguridad privada establecen una dicotomía donde, por un lado, son necesarios los servicios proporcionados por este tipo de empresas y, por otro lado, el presente y actual debate acerca de las actuaciones de dichas empresas y sus implicaciones en las situaciones de inestabilidad política de algunos Estados donde el imperio de la ley se ve diezmado. Teniendo en cuenta aspectos como la competitividad entre empresas, los vacíos existentes en las zonas de conflicto y la falta de transparencia y, en ocasiones provoca que reflexionemos acerca de hasta qué punto las empresas militares y de seguridad privada se limitan a cumplir íntegramente con su misión (la cual figura en un contratos) y en qué situaciones dichas empresas se convierten en un riesgo grave para la resolución de conflictos armados y la consiguiente estabilidad en zonas de postconflicto.

España sigue en el top ten de los países que más se benefician del negocio de la guerra. Veamos los datos que corresponden al periodo de pre-pandemia 2016-2020, evidencian que se ha consolidado como el séptimo exportador mundial de armas, por detrás de los Estados Unidos y Rusia (que juntos acaparan el 57% de las exportaciones mundiales), Francia, Alemania, China y el Reino Unido.

A nivel mundial las exportaciones de armas casi no crecieron globalmente (el aumento fue del 0,5% respecto al periodo anterior), a pesar de que sí se repartieron de otro modo: la reducción de las exportaciones de Rusia y China se compensó con el aumento significativo de las transferencias por parte de los Estados Unidos, Francia y Alemania. ¿Y dónde van a parar estas armas? Los países que más han aumentado las compras están en el Oriente Próximo, que globalmente se lleva el 25% del comercio: Arabia Saudí, (+61%), que ocupa el primer lugar del ranking de los compradores, Egipto (+136%) y Qatar (+361%). Entre los principales compradores también está la India (el segundo país del mundo que importa más armas), Australia, China, Argelia y Corea del Sur.

Hace más de una década que España ocupa el séptimo lugar entre los exportadores mundial de armas: está muy por encima de su peso en la economía internacional. Tiene un papel muy activo y muy relevante, que no responde a contratos puntuales. Tiene presencia en el ámbito aeronáutico, de los carros de combate, las municiones, que supone una industria no muy grande pero sí diversificada y que le da un amplio abanico de clientes.

Los principales clientes de la industria militar española son Australia, Singapur y Turquía. Sorprende que Arabia Saudí no esté entre los primeros compradores de armas españolas, cosa que se atribuye a una cierta "moderación" por parte de Madrid después de las campañas de entidades pacifistas que denuncian la complicidad española en las atrocidades cometidas por Riad contra población civil en el Yemen. El tercer cliente de la industria militar española es Turquía, que mantiene intervenciones en Siria y Libia, además de una guerra sin tregua contra los curdos. Globalmente las importaciones de armas de Turquía cayeron un 59% entre el periodo 2011-15 y el 2016-20. Un factor importante fue la parada de entregas de aviones de combate F-35 por parte de los EE.UU. en 2019, después de que Turquía importara sistemas de defensa aéreos rusos. Turquía también está aumentando la producción interna de grandes armas para reducir su dependencia de las importaciones.

"Es preocupante que un porcentaje recurrente de armas españolas vaya a parar a lugares donde se tendría que extremar la vigilancia en cuanto a la vulneración de los derechos humanos", añade Armadans. El director de Fundipau alerta de que más allá de "haber aumentado la disponibilidad al diálogo y de escuchar más nuestras reivindicaciones de más control y transparencia" sobre la venta de armas españolas, el gobierno del PSOE y Unidas Podemos "no ha mostrado un cambio significativo en la toma de decisiones en cuanto a las exportaciones de material militar".

Estabilización, pero no cambio de tendencia

A pesar de que la venta de armas se ha estabilizado después de una década de crecimiento exponencial en el mundo, no queda claro que este freno se tenga que consolidar. "Es demasiado pronto para decir si el periodo de rápido crecimiento de las transferencias de armas de las dos décadas anteriores se ha parado.

"Por ejemplo, el impacto económico de la pandemia de covid-19 podría provocar que los próximos años algunos países reconsideraran sus importaciones de armas. Sin embargo, al mismo tiempo, incluso en el pico más alto de la pandemia en 2020 varios países firmaron cuantiosos contratos".

Los Estados Unidos siguen siendo los primeros exportadores de armas y están consolidando su posición predominante: el incremento de un 15% de las exportaciones de armas de los EE.UU. entre el 2011 y el 2020 ensanchó todavía más la distancia con el segundo principal exportador, Rusia. Washington suministra armamento a un total de 96 países, más que cualquier otro productor. Casi una cuarta parte de las armas made in USA se venden a su aliado estratégico en la región, Arabia Saudí, una alianza que la administración JOE BIDEN fortaleció, incluso en medio del escándalo por el asesinato del periodista Jamal Kashoggi, colaborador del Washington Post.

El tercero y el cuarto países que más exportaron también experimentaron un crecimiento sustancial entre el 2011-15 y el 2016-20. Francia incrementó un 44% sus exportaciones de grandes armas, cosa que la llevó a hacer el 8,2% de las exportaciones mundiales en 2016-20. La India, Egipto y Qatar juntos recibieron el 59% de las exportaciones francesas de armas. Alemania incrementó un 21% sus exportaciones de grandes armas entre el 2011-15 y el 2016-20, que representaron el 5,5% del total global. Los principales mercados de las exportaciones de armas alemanas fueron Corea del Sur, Argelia y Egipto. Tanto Rusia como China vieron bajar sus exportaciones de armas. Las de Rusia, que representaron el 20% de todas las exportaciones de grandes armas en 2016-20, cayeron un 22% por la caída de las exportaciones a la India, que no se han compensado con el aumento de las transferencias a China y dos países que afrontan fuertes tensiones internas: Argelia y Egipto.

Vamos a dar algunos datos sobre la industria armamentística de nuestro país. La conclusión del informe del Centre Delás sobre las exportaciones de armas españolas es claro: año tras año las exportaciones de material militar español se incrementan.En el primer semestre de 2021 se autorizó la exportación por valor de más de 4.500 millones de euros y se exportó material militar por valor de cerca de 1.600 millones. Esto supone un 37% más que en 2020. España se sitúa así en el noveno puesto del ranking de países que más armas y material de defensa exportan.

El producto estrella son los aviones militares, que suponen el 70% de las ventas. Les siguen los barcos militares, como fragatas y portaviones; los vehículos terrestres pesados y ligeros; electrónica y tecnología; y material espacial y armamento.

Según detalla el Centre Delás, el destino principal de las exportaciones de material militar, con un un 45%, son los países de la Unión Europea. Pero lo que más preocupa son los destinos de armas a países en conflicto de Oriente Medio y Asia. Un 6% del total de las exportaciones realizadas ha tenido como destino Oriente Medio. Los principales destinos han sido Arabia Saudí (a la que se ha vendido municiones de artillería) Egipto y Omán (países a los que se ha hecho llegar 65 vehículos no blindados).

Otro 3,5% de las exportaciones de armamento español tuvieron como destino Asia. Las más relevantes a Pakistán, Malasia y Singapur. Tal y como señala el Centre Delás, estas exportaciones son preocupantes en tanto que la región se está convirtiendo en el centro geopolítico mundial, y porque también es la que más se está militarizando, por lo que aumenta la probabilidad de que en un futuro acoja algún conflicto armado.

También destaca la exportación de material de caza, rifles y cartuchos, por valor de 45,1 millones de euros a países como Ghana. Otra cuestión interesante recogida en el informe es que la Junta Interministerial de Material de Defensa y Doble Uso concedió cerca de 1.200 licencias de exportación de material militar y no denegó ninguna petición.

Aquí está el meollo de la cuestión y esto daría para varios programas. Vamos a centrarnos sólo en tres ejemplos que creo que ilustran bien los negocios opacos de la industria militar. El primero fue desvelado en exclusiva por Carlos Enrique Bayo en el diario Público que señala al rey emérito como comisionista en el tráfico de armas. Según estas informaciones, fraguó su fortuna llevanándose un porcentaje en la venta de armas a paises árabes junto al que fuera su administrador privado, Colón de Carvajal y al traficante de armas saudí Adnán Kashoggi.

En segundo lugar, hay que fijarse en la que ha sido una de las empresas beneficiarias de los avales del Gobierno para la venta de armas. Se trata de Explosivos Alaveses SA, Expal. Una empresa que forma parte del gigante de la industria armamentística en España Maxam y que sólo en 2018 vendió más de 250 millones de euros en explosivos y municiones.En la hoja de servicios de Expal figura ser uno de los grandes fabricantes de minas antipersona y de bombas de racimo, un tipo de explosivos prohibido por una ley internacional de 2010. Pues bien, a pesar de eso, el ejército británico utilizó bombas de racimo fabricadas por Expal en la guerra de Libia de 2011. ¿Adivinan quien está sentado en el consejo de la empresa? Pues uno de los ideólogos de Vox y una figura clave en las relaciones del partido con el mundo neocon estadounidense, Rafael Bardají. Bardají fue, además asesor ejecutivo del Ministerio de Defensa durante el Gobierno de José María Aznar y la guerra de IrakEl último ejemplo tiene que ver con el que fuera Ministro de Defensa durante el gobierno de Mariano Rajoy, Pedro Morenés. Morenés, además de una dilatada carrera en la industria militar, que ha pasado por empresas como MBDA, dedicada a la fabricación de misiles; o Instalaza, comercializadora de bombas de racimo, proviene de una familia de aristócratas y mantenía una excelente relación con la Casa Real, y en concreto, con Juan Carlos I.

Esas buenas relaciones se materializaron en los viajes oficiales que realizaron ambos a Arabia Saudí para negociar jugosos contratos armamentísticos. Otro ejemplo es el viaje que realizó Morenés, junto al entonces Príncipe Felipe, a Riad para negociar la venta de vehículos blindados a la dictadura saudí.