La transformación social necesaria para poner en marcha una economía enteramente volcada en un paradigma libertario precisa de un proceso de afianzamiento y desarrollo que implica varias etapas, temporalmente delimitadas. La construcción de una nueva sociedad y una nueva economía necesita de un desarrollo gradual, y al tiempo afianzado en momentos de ruptura revolucionaria del orden precedente.

Se trata de un proceso de transición que empieza por avances sociales que empoderen a las fuerzas que los obtienen, y a las clases implicadas en la lucha por su consecución. Estos avances van desplegando sus efectos, variando el status quo anterior, reforzando las posturas libertarias, y acumulando las fuerzas necesarias que deberán expresarse con plena amplitud en los momentos de quiebra revolucionaria abierta, en los que los procesos de avance se acelerarán.

Esta visión dinámica del proceso de construcción de una sociedad transformada, frente a las conceptualizaciones puramente estáticas que dibujan el escenario deseado, pero se niegan a imaginar y desentrañar como alcanzarlo desde la situación actual, empieza por la delimitación de un programa mínimo para plantear en el momento actual.

El que esas medidas para el ahora se agoten en sí mismas, en la forma de avances puramente reformistas que intenten estabilizar el capitalismo, o permitan realmente acumular fuerzas para un proyecto revolucionario que propone su superación, no depende tan sólo de como hayan sido redactadas, sino también de las formas en que han sido alcanzadas (en el marco de un proceso de auto-organización de la clase trabajadora, o bajo la dirección de fuerzas socialdemócratas externas) y de la misma textura del proceso de luchas que lleva a su obtención (que puede generar consciencia de la dominación y de la explotación, así como de las posibilidades de autodeterminación de las clases subalternas, o configurarse como un “regalo” de dirigentes carismáticos o un producto de la evolución normal de la sociedad del Capital).

Estas medidas mínimas para el ahora se delinean entorno a la idea de que puedan, realmente, reforzar la posición de la clase trabajadora, variando el status quo actualmente existente, totalmente desfavorable para ella, y permitiendo y popularizando las experiencias de autogestión y auto-organización factibles en esta primera fase.

Algunas de ellas podrían ser las siguientes, indicadas sin pretensiones de exhaustividad:

 -Medidas tendentes a encarar el problema de la deuda, que ha alcanzado a ser central en nuestra sociedad, y a impedir la transformación del capitalismo en un régimen renovado de servidumbre por deudas. Estamos hablando de todas las deudas, tanto la deuda pública de los Estados periféricos, como la hipotecaria o de consumo de las familias trabajadoras. Medidas como la auditoría y repudio, y moratoria de los pagos mientras se realiza lo anterior, de todas las deudas ilegítimas, ilegales , usurarias, las sustentadas en cláusulas abusivas y las obtenidas para fines antisociales como el enriquecimiento de políticos, financieros e inversores transnacionales.

Esto implica una política de vivienda enteramente diferente, que pasa por la legalización de la ocupación de los inmuebles vacíos  de las entidades financieras que han sido rescatadas con dinero público por las personas en situación de necesidad económica, el fomento de la vivienda cooperativa (estableciendo mecanismos de control que impidan que constructores pirata se camuflen de supuestas cooperativas para llevar a cabo actividades inmobiliarias) y la constitución de un parque de vivienda pública en alquiler social con los inmuebles de que actualmente dispone la Sareb. Este parque público será gestionado por los propios habitantes de manera participativa y autogestionaria, prohibiendo cualquier enajenación o externalización de servicios a fondos de inversión, fondos buitre o sociedades inmobiliarias. También debe gravarse con impuestos específicos a los grandes tenedores de vivienda, e incluir forzosamente en el parque de vivienda bajo alquiler social aquellas que no cumplan función social alguna durante un período excesivo de tiempo.

 Los suministros básicos para la habitabilidad (calefacción, luz, agua..) deben de ser prestados de manera gratuita y pública para las familias de trabajadores precarios y sin recursos, y deben de ser gestionados por Consejos mixtos de trabajadores, representantes de las entidades locales y usuarios, sin que puedan ser externalizados en manera alguna a las entidades privadas y fondos de inversión.

 -Medidas tendentes a la configuración de las bases legales y prácticas para el inicio de la trasformación de la propiedad pública en comunal-comunitaria, estableciendo mecanismos de participación activa en lo público para los trabajadores de los servicios concernidos, los usuarios y organismos locales comunales de nueva creación, de ámbito local o distrital, basados en la democracia directa y asamblearia y con competencias en ampliación constante y recursos procedentes de los impuestos progresivos devengados en su territorio , así como de un Fondo Interterritorial de Compensación y Solidaridad que garantice el trasvase de recursos de las zonas y barrios ricos a los espacios obreros y degradados.

-Medidas destinadas a hacer frente a la huella ecológica y garantizar la transición a una economía verde sin necesidad de un colapso traumático: fomento de la economía local y comarcal y de la agroecología, establecimiento de límites y controles a los flujos económicos transnacionales y globales, lábel sindical y ecológico para los productos comercializados, que garantice la equidad de género, la sostenibilidad y la justicia social en su producción; fomento del transporte público y eliminación de actividades excesivamente contaminantes. Fomento de las fuentes energéticas renovables sobre la base de un modelo distribuido que permita la autonomía energética de los espacios locales.

Para hacer frente a una transición que implica el decrecimiento en la producción material de cachivaches y la disminución de la concentración urbana, medidas tendentes a establecer servicios sociales y culturales públicos y comunal-comunitarios suficientes en el campo, así como transportes comunitarios comarcales. También, trabajar para desconcentrar y hacer sostenibles ciudades con un tamaño humano, mediante la apertura de zonas verdes, transportes públicos y huertos comunitarios, y el fomento de la economía barrial e integrada mediante la limitación de horarios comerciales o la exigencia de lábel sindical, social y ecológico para las grandes superficies.

 -Fomento del trabajo cooperativo y autogestionario: la pequeña empresa local y el trabajo autónomo sin situación de dependencia de cadenas de valor ajenas (es decir, que no consista en la configuración legal de formas de subcontratación sobre “falsos autónomos” o “falsas cooperativas” realmente dependientes de una principal mucho mayor, muchas veces transnacional). Creación de un tejido económico propio con base en lo solar y en lo sostenible social y ambientalmente. Banca pública-comunitaria y cooperativa, y fiscalidad progresiva orientada al fomento de sectores de la economía real auto-centrada , así como de los cuidados y la complejidad cultural y cognitiva. Esto implica control de los flujos transnacionales de capital y prohibición de la apropiación por fondos buitres y otros vehículos de inversión especulativa de las actividades estratégicas y las relacionadas con las necesidades básicas de la población.

 -Política redistributiva encaminada a una mayor equidad en las rentas de la población: así como a un reforzamiento de la influencia del trabajo organizado sobre la legislación y la vida cotidiana de las empresas y centros de producción. Disminución de la jornada laboral, sin pérdida de salario, y puesta en marcha de programas de Trabajo Garantizado para los desempleados, bajo control y dirección de los organismos comunal-comunitarios. Eliminación del IVA y puesta en marcha de impuestos progresivos sobre los beneficios empresariales, las grandes fortunas y las transacciones financieras internacionales.

 Creación de organismos asamblearios de consumidores capaces de participar en la gestión de la propiedad pública: junto a los trabajadores y los organismos comunales locales. Recuperación de la soberanía monetaria y de los controles de capitales hasta donde se pueda. No renovación de compromisos internacionales que supongan cesión de soberanía económica o cláusulas que pongan en peligro el espacio económico nacional y los derechos fundamentales.

 Eliminación de las subvenciones a las organizaciones empresariales. Nuevo modelo de negociación colectiva basado en las asambleas de trabajadores, en la primacía del convenio de ámbito superior (que sólo podrá ser mejorado por el inferior, pero nunca empeorado), en la legalización de los convenios por lugar de trabajo o cadena de valor (aunque implique a empresas de distintos sectores o ámbitos geográficos) y a nivel de grupo de empresas. Prohibición de la subcontratación y las ETTs. Creación de un servicio de empleo comunal-comunitario con competencias reales, con prohibición de externalizar sus funciones a empresas privadas. El despido declarado improcedente por los tribunales conllevará readmisión obligatoria en el centro de trabajo. Fomento del servicio de inspección de trabajo y adopción de la normativa más exigente a nivel global en el ámbito de la Prevención de Riesgos Laborales.

 -Desarrollo de mecanismos de formación e investigación accesibles para todos. Educación gratuita, laica y pública en todos los niveles (incluidos posgrados). Favorecimiento de los procesos de innovación educativa, abriendo espacios para escuelas cooperativas que garanticen perspectivas experimentales en las aulas. Formación integral que tienda a eliminar diferencias entre trabajadores manuales e intelectuales, introduciendo elementos físicos en las carreras universitarias y conocimientos humanísticos en la Formación Profesional. Fin de los conciertos con entidades privadas.

 Creación de un Banco Colectivo de Conocimientos: donde los ciudadanos puedan intercambiar capacidades y conocimientos técnicos de manera autónoma. Promoción de la educación no reglada y de los centros sociales autogestionados, dependientes de los organismos locales comunal-comunitarios. Creación de centros estratégicos de innovación empresarial y tecnológica a nivel local y sectorial con espacio y suficientes recursos públicos para iniciativas cooperativas y sociales, así como acceso directo y funcional al Banco Colectivo de Conocimientos.

 -Amplio reconocimiento colectivo de los luchadores por la libertad y la Revolución Social. Introducción en los planes de estudio del conocimiento crítico y el debate sobre las biografías de revolucionarios, escritores, científicos y otras personas que hayan realizado destacadas contribuciones al bienestar común, sea a escala local, nacional o global. Retirada de los símbolos fascistas del ámbito público, así como de los representativos de creencias religiosas específicas.

Tras el afianzamiento de una nueva relación de fuerzas Capital-Trabajo, basada en la consecución de las medidas anteriores, que permita el paso a un desarrollo mayor de las tendencias transformadoras, deberían plantearse nuevas propuestas de avance a la economía libertaria, como las siguientes, que se plantean a título puramente ejemplificativo.

 -Colectivización de la Banca y de las grandes empresas, así como de los sectores estratégicos y los relacionados con las necesidades básicas de la población. La colectivización puede hacerse por la vía de un impuesto de sucesiones obligatoriamente pagadero en acciones empresariales, o por la vía de la expropiación, indemnizada o no en función de la situación evolutiva o de ruptura de la sociedad.

 -Socialización de las viviendas de los grandes tenedores y conformación de un parque comunal-comunitario de edificios con ellas y el parque público de vivienda bajo alquiler social. El alquiler será sustituido por el usufructo vitalicio y la gestión será entregada a los organismos comunal-comunitarios, permitiendo la permuta de viviendas temporal o definitiva entre los habitantes.

Los organismos comunal-comunitarios sustituirán a los ayuntamientos en todas sus competencias. Se establecerán Consejos comarcales, regionales y nacionales de coordinación de los organismos comunal-comunitarios que irán sustituyendo al aparato estatal y que se encargarán de la totalidad de los servicios públicos para la ciudadanía. Lo esencial de la vida económica se planificará de manera participativa con la intervención de los Consejos de Trabajadores y de los Consejos de Usuarios concernidos. Se permitirán formas de mercado sin uso de trabajo asalariado en el comercio de proximidad, así como la pequeña  empresa o la explotación agraria familiar que obtenga el lábel comunal.

 -Se establecerá el lábel comunal (sindical, ecológico, de género y social) obligatorio para todos los productos comercializados. Este lábel se aplicará también a las importaciones no estratégicas (las de productos estratégicos sólo podrán realizarlas los organismos públicos).

 -Se limitará drásticamente la utilización del trabajo asalariado, permitiéndolo sólo en pequeñas cantidades y para las pequeñas empresas y las explotaciones familiares, en momentos específicos y por necesidades de producción (estacionales, etc) muy concretas. Las condiciones de trabajo de los trabajadores asalariados serán vigiladas directamente por los Consejos de Trabajadores de la localidad concernida, que podrán revocar el permiso para su utilización. Si hay trabajadores desempleados recibirán una prestación vitalicia de subsistencia o una cantidad para la puesta en marcha de una actividad económica como autónomos o como socios de una cooperativa. La selección de personal de todas las empresas se realizará obligatoriamente por un Servicio de Empleo público dependiente de los Consejos de Trabajadores, con mecanismos de control comunal-comunitario para evitar cualquier tipo de corrupción o burocratización.

 -Socialización definitiva de la Banca. Ligazón de la moneda a la riqueza producida en la economía. Puesta en marcha de experimentos locales de diversas clases de moneda social y criptomoneda social con los recursos imprescinidbles, para obtener los conocimientos necesarios para la socialización de la moneda.

 Colectivización de las tierras que no puedan ser trabajadas por la familia de su propietario, sin necesidad de trabajo asalariado salvo para determinadas labores estacionales o auxiliares. Estas tierras pasarán a formar la columna vertebral de la propiedad comunal-comunitaria en el campo, y serán gestionadas por los propios campesinos.

 

Nuestros huesos, sangre y esfuerzos se emplean a diario en alimentar la maquinaria capitalista. Nuestra mente es domada a golpe de látigo en sus centros penitenciarios de trabajo y la ansiada Revolución Social ni si quiera se contempla como opción. La Red Solidaria necesaria para hacer de contrapoder al Aparato establecido no es más que un sueño.

 Las Asociaciones Anarquistas son Cooperativas de Trabajadorxs

No basta con declararse Mutualista, Cooparativista o Comunista Libertario. Siempre que se plantea un proyecto, un grupo, colectivo, sindicato, okupa, centro social, cooperativa, ateneo… hay que decidir la estructura organizativa política, económica y social de las múltiples posibilidades que existen, incluso mixtas o variables. La propuesta debe ser concreta. Nuestro grupo tiene un nombre que no es el nuestro, unas necesidades que no son las nuestras, son propias suyas, tiene unos gastos, actividades, materiales e ingresos propios. Son entes independientes de nosotros. Obviamente no son empresas, porque su objetivo no es el lucro o ganancia económica, pero si se pueden estudiar como entes económicos.

Habitualmente se suele optar por membresía voluntaria e igualitaria (social), con una Asamblea horizontal (político) en la que se toman decisiones por consenso y se organizan de modo federal en la que se practica la Democracia Directa.

Pero parece que da alergia admitir que las asociaciones anarcolibertarias son económicamente cooperativas (económico): desde las células de fuego a las okupas, desde los sindicatos a las colectividades o mutuas, de cooperativas agrícolas a colectivos deslocalizados.

 Cada asociación también debe definir su fuente económica, es decir, decidir si se financia por cuotas de los miembros, suscripciones, bonos o donaciones, subvenciones o por la venta de bienes (fanzines) o prestación de servicios (conciertos) o robo de bancos por ejemplo.

 Las cooperativas anarcolibertarias toman una forma muy precisa deCooperativas de Trabajadores, en que cada miembro participa en el proceso productivo, que es la actividad del grupo. Independientemente de quién posea el medio de producción, si los trabajadores o es un usufructo de la comunidad, lo gestiona y beneficia a quien lo trabaja. Esto no es arbitrario, más adelante veremos por qué se ha escogido esta y no otra forma.

 Los miembros del un Colectivo son Trabajadores

El miembro participa del beneficio y la pérdida de la asociación, posee una participación como un individuo, con voz y un voto. En esto tampoco hay mucha confusión. Pero también tiene tareas, que son cada uno de los trabajos a realizar para desarrollar la actividad del grupo, y es lo que le define como trabajador con respecto a la organización. Es por esto que así como cada miembro es entendido políticamente como miembro y gestor de la soberanía de la asamblea y socialmente una compañera e igual en solidaridad, debe ser entendido económicamente como un trabajador y gestor de la autogestión de la organización.

Por lo general son los miembros los que financian a la propia asociación, de modo que el trabajo realizado se entiende que es «voluntario», no remunerado, pero no por ello deja de ser trabajo, ni deja de ofrecer bienes y servicios, como cualquier otra organización; para sus miembros o para terceros. Por más que un sindicato sin liberados o un centro social niegue tener trabajadoras no es cierto, todas trabajamos para el sindicato, que somos nosotras mismas, nuestras compañeras y la organización. Otra cosa es el régimen de trabajo: que estén asalariados, los liberados, o el trabajo sea voluntario, esto es, no remunerado.

 ¿Existe Lucro en las Cooperativas de Trabajadores?

Lucro es simplemente el beneficio económico. Pero en este caso la simpleza no ayuda. No he visto anarquistas ricos. Si al revés. La militancia desgasta. Esto se debe a un déficit que es aún peor que el déficit económico, el déficit organizativo por la Falta de Disponibilidad. Subsanable.

El lucro entendido en sentido económico estricto es el beneficio extraído del trabajo, esto es, del producto valorizado por la intervención de los trabajadores, al realizarlo – al intercambiarlo o venderlo. Pero si el rendimiento de la venta se reparte entre los trabajadores que lo produjeron, si cada una se cobra el fruto de su trabajo y no menos, no se produce beneficio -superavit o plusvalía- para ninguna de ellas, ni si quiera para la organización, solo hay un rendimiento del trabajo. Dicho de otro modo, la única forma de obtener un beneficio es que parte de la ganancia legítima del trabajador no le sea devuelta; es lo que comúnmente se entiende como explotación.

Repetimos. Si se reparte el fruto de nuestro trabajo se produce solo valorización y no queda margen para la plusvalía ni la explotación. Esta y no otra es la causa de que se haya escogido la figura de Cooperativa de Trabajadores como forma económica para el anarquismo y ariete contra el capital.

La Cooperativa de Trabajadores no tiene que ver con que los trabajadores tengan o no salario, o que todos tengan las mismas tareas, rangos y deberes, sino con que el medio de producción sea de los trabajadores, al igual que sus pérdidas y ganancias. Niega categóricamente la Propiedad Privada.

 La confusión entre lucro, beneficio, ganancia y explotación asociados a las actividades económicas capitalistas alimenta nuestro prejuicios y hace que muchas organizaciones rechacen la generación de actividades económicas más allá de la mera militancia. Que se constriñan a la voluntariedad – a la no remuneración – y a la disponibilidad del tiempo libre sin una mayor implicación ni responsabilidad en la organización. Es decir, nuestros prejuicios sobre economía evitan que dediquemos el tiempo necesario a la causa de la organización. Y este tiempo solo se puede prestar si se cubren nuestras necesidades y deseos. Si no es así la militancia se desgasta como hemos mencionado y los proyectos se abandonan.

Es decir, si la organización se plantease la satisfacción de sus miembros como un objetivo de la propia organización aumentaría la disponibilidad y mejorarían sus resultados. Esto implica plantearse por una parte la dedicación exclusiva, origen de la profesionalización, y por otra la ampliación de la actividad del propio colectivo/cooperativa.

Pero a nadie le parece mal que se haga un comedor o un taller o un grupo musical. Tampoco que la persona que organiza dichos eventos participen en la tarea y cubran sus gastos. A nadie le puede parecer extraño entonces que si aumentan las actividades del grupo este cubra todas las necesidades del individuo. Pues este y no otro es el objetivo del Comunismo Libertario.

No estamos diciendo que todas organizaciones se deban profesionalizar, eso no es ni posible ni deseable. Lo que aseguramos es que los colectivos que no compensen a sus miembros activos de alguna manera simplemente las estarán usando hasta su extenuación y cuando se cansen frenarán su militancia si es que no la abandonan definitivamente. «No les compensará» encargarse del trabajo, burn out. Lo hemos visto cientos de veces y es una de las principales causas de pérdida de militantes.

¿Es vivir de la causa o vivir por la causa? ¿Cambia esto en algo el hecho de que nuestras organizaciones son débiles porque nos pasamos el día trabajando para capitalistas con la mera excusa peregrina de expropiarles algún día? Basta ya.

Desde alguna caverna alguien argumentará sobre la deriva empresarial de los colectivos profesionalizados, la competencia entre trabajadores o la posibilidad de la creación de cárteles monopolistas entre otras escusas para no acometer nuestra tarea. Estas y otras cuestiones especulativas, cuando en España hay unas 3,5 millones de empresas lucrosas y las 35 del IBEX acaparan el 50% del capital bursátil, son divagaciones – si no enajenaciones- alejadas de las necesidades actuales de una Red Solidaria y Económica que sirva de contrapoder y rompan las redes clientelares establecidas. Tal vez cuando seamos 100.000 cooperativas libertarias debamos comenzar a debatir estos problemas.

 Que la economía no es una ciencia exacta, a pesar de sus veleidades en contrario, es algo que los diferentes gobiernos están aprendiendo de manera práctica y sangrante. A pesar de las ínfulas de asesores, académicos y analistas, no hay receta alguna que asegure el éxito de una medida económica y lo que se vende a la opinión pública como la cura infalible contra la crisis, una vez tras otra, se queda siempre en aguas de borrajas. No es de extrañar que la perplejidad y la desorientación reinen en unos ministros y un presidente que se han quedado sin munición, y sobre todo sin discurso, en apenas unos meses. Porque tras introducir los recortes en servicios sociales, condiciones laborales, salarios y, por qué no decirlo, funcionamiento democrático, más drásticos de las últimas décadas, sin haber logrado hacer mella alguna en la espiral descendente de la economía española, debe ser difícil mantener la compostura cuando se anuncia más de lo mismo.

 Y no es que haya otras medidas salvadoras, que se puedan aplicar en vez de éstas. El debate actual entre partidarios de la austeridad y de las políticas de fomento de empleo no pasa de ser un entretenimiento intelectual. Un ejercicio de sesudo análisis, pero de escasa relevancia práctica. Por un lado, como ya se ha dicho, los defensores de la austeridad a ultranza se han quedado sin argumentos. Por otro, hace tiempo que pasó la oportunidad de emprender políticas activas de empleo o de crecimiento, que requieren importantes inyecciones de dinero estatal, totalmente fuera del alcance de unos países lastrados por la deuda soberana. Sin embargo, el debate se mantiene, e incluso se encona.

 El agotamiento de un sistema

Desde luego, hay muchísimos factores que han llevado a esta situación y este no es el lugar para intentar hacer un análisis exhaustivo. Pero lo que parece claro es que ha llegado un momento en que el discurso económico predominante, sea de derechas o de izquierdas ha llegado a un callejón sin salida. Incluso las nociones más convencionales de la economía, que todas las escuelas comparten, parecen hacer aguas frente a la magnitud del desastre.

En realidad, las cuestiones que anidan en el corazón de la crisis son incluso de mayor calado que encontrar la medida correcta para corregir el comportamiento del mercado.

Ya se ha dicho en multitud de ocasiones que el binomio liberal-capitalista se justifica en base a un metarrelato idealista, metafísico y ahistórico, sin parecido alguno con la realidad. Por lo que respecta al mercado, según este cuento chino que se estudia en todas las facultades de economía, se supone que surge de la concurrencia voluntaria de individuos libres que compiten entre sí para maximizar su beneficio económico mediante decisiones racionales en un contexto de bienes limitados y finitos.

Pues bien, a la luz de lo visto hasta el momento, hay motivos más que fundados para dudar de que estos principios básicos, si es que alguna vez fueron ciertos, mantengan cualquier atisbo de validez en la actualidad. Lo que está en discusión es la mera posibilidad de la economía como ciencia. A la vez, en un nivel más práctico, se debe cuestionar, no ya la continuación del sistema capitalista, que probablemente esté garantizada de una forma u otra, sino su conveniencia. Sobre todo desde el punto de vista de su coste humano y medioambiental.

¿CUALES SON NUESTRAS SOLUCIONES?

Suele plantearse hasta nuestros días desde distintos campos (inclusive con la proliferación de trabajos que desde hace bastante tiempo vienen demostrando lo contrario) que el anarquismo adolece de una perspectiva de poder o que, en su defecto, al tener una visión estrictamente negativa o coercitiva del mismo, peca de una visión extremadamente simplista o unidireccional de los fenómenos complejos que atraviesan a la sociedad capitalista, restando así, sus posibilidades de interpelación social y proyección constructivo-transformadora.

Muchas de estas aseveraciones vienen sostenidas por lo general, de lecturas superficiales del acervo teórico-político libertario, cuando no directamente nulas. Es verdad que el anarquismo como corriente, no ofrece un camino fácil de indagación habida cuenta de la heterogeneidad de posiciones con respecto a diversos temas, pero en todo caso, esa diversidad (que en gran parte comprende su riqueza) responde a distintas miradas dentro de ciertos parámetros comunes que sólo son identificables si se aborda con seriedad y honestidad intelectual (y política) su estudio de manera profunda.

 Estamos hablando de Pierre-Joseph Proudhon, profundamente influyente en Mikhail Bakunin, Piotr Kropotkin y otros que, después de su muerte, fueron los mayores clásicos del anarquismo. Proudhon elaboró el concepto de “fuerza colectiva” como una “energía” asociativo-productiva inherente a la configuración relacional de los sujetos, que constituye no sólo una potenciación de nuevo tipo de la suma de esfuerzos individuales, sino, además, elemento constitutivo de un “poder social”, que se instituye como capacidad de autorregulación y autogestión del quehacer popular desde abajo, planteándose éste, a su vez, como antagónico y en lucha contra las formas de dominación y sujeción propias del sistema estatal-capitalista.

 Desarrollar la perspectiva proudhoniana de la fuerza colectiva implica, aunque más no sea de manera sucinta, relevar desde dónde parten los análisis y proposiciones del referente libertario. Proudhon estableció su paradigma de indagación de los fenómenos histórico-sociales desde un prisma dialéctico serial, en donde el abordaje de los mismos no podría abarcarse en su entera dimensión, sino se los concibe enmarcados en un proceso dinámico constituido de elementos irreductibles, a la vez antagónicos y solidarios, que no se resuelven en una síntesis superadora, y que sólo serían susceptibles de un tenso equilibrio permanente (en continua renovación), sin que por esto desaparezca la contradicción ni el movimiento.

El hombre es, pues, un animal que vive en sociedad. Quien dice sociedad dice conjunto de relaciones, en una palabra, sistema.

El hombre mantiene con el hombre su intercambio constante de ideas y de sentimientos, de productos y de servicios, todo lo que se enseña y practica en la sociedad le es necesario; pero, de esa inmensa cantidad de productos y de ideas, lo que cada uno puede hacer y adquirir por sí solo no representa nada aisladamente, es como un átomo comparado con el sol. El hombre no es hombre sino por la sociedad, la cual a su vez, no se mantiene sino por el equilibrio y la armonía de las fuerzas que la componen.

Con estas premisas nos aproximamos ya de manera más concreta al concepto proudhoniano de fuerza colectiva que, planteado en términos genéricos, se trataría de aquella fuerza de nuevo tipo, inherente al desenvolvimiento y capacidad productiva del todo social, que es mayor a la simple suma de los esfuerzos individuales que lo conforman. Por lo tanto, de esa conjunción de esfuerzos, “se desarrolla un excedente de energía que no es obra de ninguno de éstos en particular, sino de su “asociación”

 El capitalista, se dice ha pagado los jornales a sus obreros; para ser más exactos, debe decirse que el capitalista ha pagado tantas veces una jornada como obreros ha empleado diariamente, lo cual no es en absoluto lo mismo. Porque no ha pagado esa fuerza inmensa que resulta de la unión y de la armonía de los trabajadores, de la convergencia y de la simultaneidad de sus esfuerzos. Doscientos operarios levantaron en unas cuantas horas el obelisco de Luxor sobre su base; ¿cabe imaginar que la hubiera hecho un solo hombre en doscientos días? No obstante, según el capitalista, el importe de los salarios hubiese sido el mismo.

La más insignificante industria exige un concurso de trabajos y de aptitudes tan diversas que un hombre solo no podría reunir jamás. Cuando pagais todas las fuerzas individuales, no pagais la fuerza colectiva. Es esta denegación fraudulenta, la causa de la indigencia del trabajador, la del lujo del ocioso y de la desigualdad de condiciones. En esto consiste lo que tan propiamente se ha llamado explotación del hombre por el hombre.

En el sistema capitalista existe una interrelación profunda entre explotación económica y dominación política expresada en el Estado y, en esto, una relación orgánica entre la apropiación de la fuerza colectiva tanto en su carácter de trabajo asociado, como en su capacidad instituyente de autogobierno y autoinstitución social. Esta tesitura aporta una aproximación a una mirada más amplia y multidimensional de los procesos de dominación social (y por ende de sus posibilidades de antagonismo) no acotada a un único factor sino a una interacción de factores de carácter complejo.

En el orden natural, el poder nace de la sociedad, es la resultante de todas las fuerzas particulares reunidas para el trabajo, la defensa y la justicia. Según la concepción empírica sugerida por la alienación del poder, es al contrario, la sociedad que nace de él.

En efecto, siguiendo este razonamiento, se puede constatar, que a lo largo de toda una serie de “hitos” históricos, el conjunto de relaciones sociales que interconectadas recíprocamente constituyen el soporte del poder surgido de la sociedad, fueron adquiriendo una forma en sí misma exterior a la conciencia y profundamente objetiva, escapando al control de la misma sociedad. Este mecanismo, en realidad, enmascara todo un proceso histórico de expropiación y confiscación por un sector constituido en clase dominante, a través de distintos niveles y dispositivos interrelacionados, de la fuerza colectiva y de las capacidades de iniciativa y autodesarrollo social.

Con el proceso de “externalización” del poder social se produce entonces una inversión en donde la sociedad, de ser “detentadora” con su ejercicio, pasa a ser “sujetada” o subordinada por un poder que ahora le resulta ajeno. Éste deja de ser inmanente y pasa a constituirse en trascendente. Y esto tiene consecuencias decisivas en términos específicos, en las relaciones que nuclean política y sociedad.

Si entendemos la política como ámbito simbólico y material en donde los sujetos sociales instituyen las normas, cambian las leyes, modifican las instituciones, regulan los conflictos, controlan la producción; concretamente, si la entendemos como el campo de ejercicio de su poder desde el prisma proudhoniano, es claro que el nexo con lo social es inmediato e indisoluble. Pero con el proceso de alienación surge un poder y un campo diferenciado que es producto como decíamos, de la expropiación de la capacidad simbólico-instituyente (el poder de la colectividad) por una minoría o clase particular. La instancia política se “autonomiza” y esa capacidad de acción política popular se enajena en poder político-dominación. En términos históricos, la expropiación aludida.

La minoría o elite que se constituye institucionalizando esta confiscación de la capacidad de dictar la ley para todos, se otorga el derecho de ejercer la coacción necesaria o justa. El poder político se expresará de aquí en más por medio de una representación imaginaria central que organiza el universo sociopolítico en su conjunto.

El orden político descansa fundamentalmente en dos principios contrarios: la Autoridad y la Libertad. Éstos están indisolublemente unidos y son sin embargo, irreductibles el uno al otro, viviendo en perpetua lucha. La autoridad supone indefectiblemente una libertad que la reconoce o la niega; y a vez, la libertad, en el sentido político de la palabra, una autoridad que trata con ella y la refrena o tolera. Suprimida una de las dos, nada significa la otra: la autoridad sin una libertad que discute, resiste o se somete es una palabra vana; la libertad sin una autoridad que le sirva de contrapeso, carece de sentido.

La proyección revolucionaria pasaría, entonces, por la lucha por la desarticulación de la estructura de poder dominante, rearticulando a su vez una configuración que, equilibrando los contrastes sociales, reestablezca la capacidad de la sociedad en su conjunto de ejercer su propio poder social no externalizado, instituyendo por sí y para sí (a través de pactos libres y consensuados) sus propias normas y sus propias formas de producción social mediante sus propias formas institucionalizadas de autogobierno. De esto se trataría la reconstitución de la Justicia y la anarquía como sistema de orden positivo y de reciprocidad generalizada cuyos pilares se fundan en la libertad y la igualdad.

El capitalismo, (incuestionable para tantos), la sociedad de consumo (con su frívolo atractivo y sus vacuos valores) y la democracia representativa (con sus continuos e inefables salvadores) parecen haber seducido a la mayor parte de la sociedad. ¿Es posible una nueva conciencia libertaria y subvertir el estado de las cosas?

Los anarquistas insistimos, todo lo a menudo que podemos, en la libertad individual y en la emancipación social. Para ello, de forma no menos pertinaz, y teniendo en cuenta la profunda aversión que sentimos por todo tipo de tutela y de salvadores externos, hablamos de trabajar sobre la conciencia de las personas. Sin embargo, en gran parte de las personas no encontramos el menor indicio de esa nueva conciencia libertaria.

Los anarquistas sabemos que esas promesas de emancipación, que a veces adoptan esas instituciones jerarquizadas, son falaces, por lo que trabajamos en nuestra propio camino, real y concreto en lo social, por lo que consideramos la liberación. Una liberación de esa apropiación que han realizado las grandes instituciones de la modernidad (con el Estado y el Capitalismo a la cabeza, aunque la dominación esté presente en otros ámbitos y con otras formas), instrumentalizando el conocimiento, la tecnología y los recursos sociales para regularizar las vidas de los seres humanos.

El anarquismo, en nombre de la libertad y la igualdad de todos los seres humanos, siempre tuvo como objetivo la emancipación de toda explotación y dominación.

Lo que hace al anarquismo actual, no importa la época y los valores en que nos encontremos, es precisamente una crítica y una práctica antiautoritarias en cualquier plano de la existencia humana. Es posible que la dominación se produzca a nivel cotidiano en la sociedad actual, pero es posible también la emancipación. Profundicemos y trabajemos en ello, en las condiciones éticas y concretas sobre las que podemos construir nuestras vidas y desenvolvernos socialmente. La conciencia de muchas personas, estoy seguro, puede verse atraída por ello.

Por ello debemos hacer hincapié, los anarquistas, en difundir nuestra manera de organizar la economía, es decir: el comunismo libertario debe salir de los “museos” para adentrarse en la psicología y vida de la gente, pues es el único sistema económico que puede acabar con el capitalismo, además de ser el único no tamizado por la prueba del error, pues nunca se ha puesto en práctica a escala global, o cuando menos, en una extensión de terreno grande, excepto en Cataluña y Aragón durante la Guerra Civil Española. Esto se ve en el documental "vivir la utopía".

 NUESTRO MODELO DE SOCIEDAD:

Estos son los principios que deben regir en nuestra sociedad libertaria:

1. Autogestión: No delegar el poder popular.
2. Armonía de las iniciativas. Unir el todo y las partes en un organismo federativo.
3. Federación de los organismos autogestionarios. La organización no debe ser caótica, sino unidad coherente del todo y sus partes, de la región y la nación.
4. Acción directa: Anti-capitalismo, anti-burocratismo, para que el pueblo sea el sujeto activo de la historia, mediante la democracia directa.
5. Autodefensa coordinada: Frente a la burocracia totalitaria y a la burguesía imperialista, defensa de la libertad y el socialismo autogestionario, difundido mediante la propaganda por los hechos, no con actitudes retóricas.
6. Cooperación en el campo y autogestión en la ciudad: La agricultura se presta a una empresa autogestionaria, cuyo modelo puede ser el complejo agro-industrial cooperativo. En la ciudad, las industrias y los servicios deben ser autogestionados; pero sus consejos de administración han de estar constituidos por productores directos, sin ninguna mediación de clases dirigentes.
7. Sindicalización de la producción: El trabajo sindicado debe convertirse en trabajo asociado con sus medios de producción, sin burocracia ni burguesía dirigiendo patronalmente las empresas.
8. Todo el poder a las asambleas: Nadie debe dirigir en lugar del pueblo ni usurpar sus funciones con el profesionalismo de la política; la delegación de poderes no deberá ser permanente, sino en personas delegadas, no burocratizadas, elegibles y revocables por las asambleas.
9. No delegar la política: Nada de partidos, vanguardias, élites dirigentes, conductores, pues el burocratismo ha matado la espontaneidad de las masas, su capacidad creativa, su acción revolucionaria, hasta convertirlo en un pueblo pasivo, dócil instrumento de las élites del Poder.
10. Socialización y no racionalización de las riquezas: Pasar el papel protagónico de la historia a los sindicatos, las cooperativas, las sociedades locales autogestoras, los organismos populares, las mutualistas, las asociaciones de todo tipo, las auto-administraciones o autogobiernos, locales, comarcales, regionales y al co-gobierno federal, nacional, continental o mundial.